domingo, 27 de marzo de 2011

El petróleo comunista de Lluis Bassets

Creo que las polémicas políticas suelen construirse sobre estructuras argumentales simplistas y falaces, así como sobre una proverbial desinformación. Se opina impunemente sin conocer siquiera lo mínimo indispensable para fundar una opinión y se critica al adversario desde requiebros ilegítimos. Si lo primero resulta claro para todos, más opaco es, sin embargo, lo segundo.

Pongamos un ejemplo de ello: hace un par de semanas, una periodista de El Mundo se lamentaba de que, ante la catástrofe japonesa, todo el mundo estuviese alarmado por el desastre nuclear en vez de condolidos por las muertes y desapariciones. El mismo argumento lo volvía a utilizar hace un par de días un columnista de BBC World, quien además recordaba que aún no se contaban fallecimientos por el accidente atómico.

Detrás de estos reproches, cuya última intención es desviar la atención de los riesgos de la energía nuclear, existe, no ya una falacia bien ostensible, como la que oculta que las desgracias por el incidente atómico se producirán a lo largo de varias décadas, sino un defecto argumental: se da por hecho que si se atiende a un problema hemos de desatender, por fuerza, otro contiguo y simultáneo; se da por sentado que si, por poner un ejemplo, denunciamos la corrupción del Partido Popular no tenemos tiempo, ni voz, ni energías para denunciar simultáneamente la ineptitud gubernamental.

Si el lector/espectador crítico observa bien podrá apreciar que estas estructuras argumentales malintencionadas son un rasgo congénito del modo de discurrir conservador. Un ejemplo de ello lo encontré hace un par de días en una columna de esos que se presentan como socialdemócratas y tienen alma vasalla, venal y subalterna. Me refiero a Lluis Bassets.

A pocos articulistas me he acercado con tan poca fortuna como a éste, de quien recuerdo especialmente una columna, escrita hace años, sobre las manifestaciones juveniles en París. ¿Cuál era su opinión al respecto? Que sus seguidores demostraban no estar a la altura de los tiempos, los cuales, por lo visto, reclamaban 'reformas estructurales' debido a la 'insostenibilidad' del Estado del bienestar, y lo mejor que podían hacer los 'retardatarios' sindicalistas e izquierdistas parisinos era 'adaptarse' e 'integrarse' al dictado de las nuevas e inexorables 'necesidades'.

Con semejante modo de razonar ya se puede imaginar quien estas líneas lea que estamos ante un 'intelectual orgánico' de los de verdad. Su periódico, claro, no podía ser otro que El País, en cuya web aloja su blog sobre actualidad política. Y es en uno de sus últimos posts donde pone en evidencia lo que adelantábamos al comienzo, eso de opinar sin fundamento y sobre estructuras argumentales defectuosas y malintencionadas.

¿De qué defecto argumental se trata esta vez? De otro que tiene que ver con el tiempo, que da por hecho que lo 'nuevo' es más correcto y verdadero que lo 'viejo'. Por eso para Bassets quienes dicen 'no' a esta guerra por estar causada nuevamente por intereses económicos, petrolíferos para más señas, son unos 'demagogos' y 'trasnochados'. Desde esta perspectiva, eso de oponerse a una conflagración porque se matan personas a cambio de petróleo resulta una antigüedad pasada de moda y hortera, que no está al tanto de las últimas tendencias del progresismo auténtico, el que marcha al compás de su tiempo. Sin embargo, el problema es que tan viejo y 'trasnochado' resulta salir con pancartas pacifistas como el ejercicio de un presunto pragmatismo realista que, curiosamente, siempre capitalizan los poderosos.

Para Bassets esta guerra es legítima entre otras cosas porque, efectivamente, tiene como objetivo el control sobre el petróleo, pero con el fin de 'devolverlo a sus dueños, los ciudadanos libios'. Con esta aseveración, no sabe uno muy bien quién es más demagogo, si el que se opone de manera irrealista a toda guerra o aquel otro que quiere convencernos de que tras la intervención se van a socializar todos los recursos energéticos para provecho común. Y si fuese cierto lo indicado por Bassets, ¿dónde están los datos objetivos que lo avalan? ¿dónde se encuentra la información en que basa eso de que incluso tras la guerra contra Sadam 'el petróleo iraquí aprovecha también a los iraquíes'?

Por lo poco que sé, tras más de dos años de ocupación se licitaron los contratos de extracción para provecho de compañías norteamericanas y británicas principalmente, sin que se conozca un aumento sustantivo del nivel de vida de los iraquíes, sumidos como están en un violento y trágico caos. Y por lo poco que conozco, resulta que Libia, aun admitiendo todos los reproches más enérgicos posibles contra su dictador, contaba con el mayor nivel de renta per cápita de la zona, con lo que tampoco es creíble eso de que hasta esta guerra el petróleo era asunto repartido en exclusiva entre las corporaciones y la familia del tirano. Pero lo peor de todo es que si llegase al poder en Trípoli un gobernante que nacionalizase el petróleo, encareciese los contratos de extracción o la practicase de forma autónoma con una empresa estatal, distribuyendo los beneficios entre los sectores desfavorecidos, ¿cuál sería el juicio del Sr. Bassets? ¿Lo adivinan, verdad?: '¡En Trípoli ha surgido un nuevo Chávez, tirano del petrodólar e insoportable demagogo!', leeríamos seguramente algún día en su blog.

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