El problema de los centristas que altivamente censuran las muestras de sectarismo es que contravienen constantemente las exigencias de ecuanimidad que plantean a los demás. Si, para nuestro interlocutor, en España se "vota con las tripas", parece que con el mismo aparato digestivo escribe él cuando se trata de examinar la corrupción de los políticos.
En suma: una cosa es la política clientelar y del subsidio practicada por el PSOE, y otra muy distinta la mangancia llevada a cabo por "los nuevos ricos" que orbitan en torno al PP. Mientras que los pertenecientes al primer grupo se felicitaban por "la jartá de mariscos" que se iban a pegar con el botín, mostrando con ello su origen y condición rústicos, los miembros del segundo se limitan a acuñar metáforas "candorosas" y a dar muestras de "candidez" (e inocencia) con el transparente lenguaje cifrado que elaboran para organizar sus tejemanejes. En el fondo, su principal error no consiste en montar una trama delictiva para desviar fondos públicos, sino en no haberla sabido hacer más opaca a la investigación policial.
Nada que objetar tendría este clamoroso doble rasero si quien escribe no presumiese continuamente de colocarse por encima de tirios y troyanos. Su evidente sesgo político, perceptible en este caso en la deliberada elección de los calificativos, no es sino muestra de la permanente conciencia que Camacho tiene acerca de la identidad de sus lectores y destinatarios: esos lectores conservadores de ABC, para quienes, siguiendo la tradición de la brigada político-social franquista, la riqueza es síntoma de inocencia y perseverancia, mientras que la pobreza es indicio de indolencia y culpabilidad. Una ética clasista con la que Camacho contradice sus intentos permanentes de construirse un perfil centrado, y que viene a reflejarnos una estrategia movida en exclusiva por el interés personal: se trata meramente de contentar a la parroquia con un lenguaje exquisito, no de servir con el lenguaje a ninguna clase de ética universal.
Si se diese esto último, desde luego no cabría tratar la Gürtel de "magdalena indigesta", como invitando a su sobreseímiento por hastío ciudadano, al tiempo que se legitima la posibilidad de la amnistía electoral al expresar que "el deber de Camps" es ganar las elecciones o no presentarse en caso de ser imputado antes. ¡Como si un hecho procesal pudiese por sí eximir de la enorme responsabilidad política que ya han contraído desde tiempo ha los líderes populares de Madrid y Valencia!
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