domingo, 13 de marzo de 2011

Sobre la preparación económica de Sevilla

Hay propuestas que califican políticamente a quien las lanza. Mucho más si tienen que ver con la imposición fiscal, instrumento indispensable para mantener servicios y redistribuir los frutos de una riqueza que siempre es producida entre todos. Por eso, cuando supe que Jordi Sevilla era uno de quienes proponían reducir los tramos del IRPF, deduje de inmediato que engrosaba las filas del socioliberalismo, de esa doctrina que ha llevado a la socialdemocracia, a fuerza de adulterarla, al más estrepitoso fracaso y a la más culpable complicidad con la provocación de los acontecimientos que sufrimos.

Como me he aficionado a twitter, sigo algunas de sus iniciativas y comentarios. En su tweet hacía saber hoy que acababa de publicar en su blog un post con "sus propuestas sobre las reformas pendientes en la economía española". Me animo a leerlo y compruebo en primer lugar lo regular que escribe: "a donde", en lugar de "adonde"; "condición a que" en vez de "condición para que"; el galicismo insufrible de "en base a" y un criterio más que discutible para colocar comas no lo convierten, desde luego, en un escritor impecable. Tampoco me parece un argumentador atractivo, pues, quizá porque su criterio se funde en los "manuales de economía" al uso, y en el periodismo más simplista, incurre, como casi todos, en esas convenciones que, empleando incorrectamente la primera persona del plural, afirman que ahora "somos más pobres" y no podemos "pagar los mismos costes que cuándo éramos más ricos".

En definitiva, su apunte se reduce a plantear cuatro propuestas: (1) apuesta, como muchos, por la I+D, o el "crecimiento inteligente", como él la denomina; (2) acepta la vinculación de los salarios a la productividad, siempre y cuando se tenga en cuenta el "salario real" y se valore la complejidad de ponderarla; (3) una medición ajustada y equitativa de la productividad solo podrá lograrse, a su juicio, dando voz a los trabajadores; y por último, (4) considera conveniente rebajar las cotizaciones a la seguridad social aunque --atentos a la vacua frase-- "signifique modificar la manera en que financiamos las pensiones hacia un esquema en el que la riqueza general del país, vía impuestos, participe en un porcentaje como ocurre en otros países del euro".

Quien iba a instruir en materia económica en tan solo "dos tardes" al presidente del gobierno, quien a la sazón era responsable económico del PSOE por entonces, se limita en definitiva a aceptar la propuesta alemana de vincular sueldos a productividad, señalando, eso sí, los (evidentes) peligros para el poder adquisitivo del trabajador, y a apoyar la tentativa empresarial de rebajar las cotizaciones de la seguridad social, con el resultado, una vez más, de socializar los costes del trabajo (a eso creo que se refiere cuando habla de "la riqueza general del país"). Lo más audaz de todo su discurso conservador es indicar que la "cogestión" made in Germany puede amortiguar el descenso de los salarios. Lo demás, incluido el mantra de la "economía del conocimiento", es humo. Seguidismo e inanidad es lo que hallo en sus "propuestas de reforma para la economía española".

Pero lo sorprendente no es eso. Lo que me deja perplejo y decepcionado es comprobar la falta general de cultura política existente. Le basta a Sevilla con decir que propone una "salida más equitativa a la crisis", con criticar a quienes solo piden "bajar salarios" y con hacer un guiño a los trabajadores, lamentando las "elevadas tasas de paro" que sufren sin ser responsables de la crisis, para que desfile una legión de seguidores incautos que celebran su profundidad de análisis, su progresismo ("¡Ojalá aprendiese el Partido Popular!", dice uno) y su concreción ("¡Muy recomendables, propuestas concretas!", exclama otro).

¿Alguna indicación sobre la variable de los precios para aumentar la competitividad? Ninguna. ¿Propuestas de identificar productividad con beneficio neto empresarial? No, por supuesto. ¿Alternativas claras sobre cómo suplir lo que se deje de recibir con la rebajas de cotizaciones a los empresarios? Tampoco, aunque se intuye que al final del recorrido los salarios habrán de sufragarse con el IVA, como en el Estado liberal. Y es que no falta nada de eso. Sobra con que en este mundo bipolar, intelectualmente devaluado y políticamente estrecho se mencione elogiosamente a los trabajadores para que ya uno pasé por gurú del socialismo y para que su humo evanescente cristalice en propuestas tangibles como rocas. Una pena.

3 comentarios:

  1. Dando muestra de gentileza y generosidad, Jordi Sevilla ha leído el post y me contesta por twitter lo siguiente: "Además de críticas nada documentadas (mi tipo único iba junto a renta básica según propuesta socialdemócrata de Atkinson) me sigue doliendo que ser "progre" siga entendiéndose por criticarse todo, sin rigor y sin proponer nada alternativo. Ya pasé por ello".

    Vaya aquí una breve réplica. Defender una renta básica anulando casi toda la progresividad del sistema impositivo implicaría un incremento brutal sobre los impuestos especiales y directos. La renta básica solo tiene pleno sentido en un sistema verdaderamente progresivo, que es por otra parte el que impone la Constitución.

    Nunca me he autodenominado como "progre". En cambio, en términos intelectuales, sí creo que es muy apreciable e instructiva "la teoría crítica", como muestra mi selección de autoridades en mi blog 'Meine Zeit'. Ahora bien, ¿significa eso detenerse solo en la crítica?, a mi juicio no. Una cosa es dedicar un post (y un blog, éste) a la crítica directa de opiniones de políticos y periodistas conservadores, y otra pasar de propuestas concretas. Ahí van algunas, una de ellas al menos implícita en este texto que comento:

    1) Vinculación de salarios a beneficios empresariales (y entonces también a pérdidas), pues no hay mejor índice para medir la productividad que la ganancia de la empresa.

    2) Medidas rotundas, no solo contra el tolerado fraude fiscal, sino también contra los oligopolios y la falta de competencia. Intervenir, en suma, para que exista concurrencia real y lucha de precios, como acontece con la telefonía.

    3) Incremento de las reservas y provisiones empresariales, y fiscalización de éstas, con el fin de que las empresas puedan operar con colchones que respondan frente a coyunturas desfavorables.

    4) Modificación del régimen impositivo del capital, recuperación del impuesto del patrimonio, incremento de los tipos máximos.

    5) Y ya, para asustar, creación de banca pública, en régimen de concurrencia con la banca privada, que obligue a ésta a competir de verdad y que combata las actuales prácticas usurarias. A lo que sumaría la perfectamente constitucional nacionalización de sectores estratégicos, pasto hoy de especuladores, como el de la energía.

    Todas las alternativas encuadradas, desde luego, en la doctrina socialista.

    ResponderEliminar
  2. Nunca te había leido hasta ahora y confieso que no volveré. Que no estés de acuerdo con alguien o con sus tesis no quiere decir que puedas descalificar lo que propone o a su persona. Estarás en desacuerdo y estás en tu derecho, pero sólo es tu opinión frente a otra. Si, además, te crees que sólo tú estás en lo cierto y los demás se equivocan, el problema es aún mayor. Suerte

    ResponderEliminar
  3. Siento haberte dado esa impresión. No descalifico personalmente a Jordi Sevilla. Sí critico su poco cuidadosa escritura, lo impreciso de algunas de sus propuestas ("crecimiento inteligente") y el seguidismo conservador de otras (como lo de rebajar cotizaciones). Una pena, haberte perdido como lector. Aunque en efecto en este blog solo encontrarás polémicas explícitas y personales con individuos con proyección pública e ideas conservadoras, aunque se autocalifiquen de progresistas o socialistas. Saludos cordiales.

    ResponderEliminar