domingo, 4 de julio de 2010

Las razones de un nuevo blog

¿Por qué animarse a inaugurar un nuevo blog, dedicación que requiere tiempo, esmero y reflexión si se toma con un mínimo de seriedad? Desde muy joven, y probablemente por sano influjo familiar, he sido lector de prensa, devorador de opiniones políticas, espectador de tertulias y atento observador de debates públicos. En estos últimos años, y en claro contraste con nuestra realidad electoral, y por tanto democrática, hemos asistido a una paulatina e incesante colonización de los espacios públicos por parte del discurso conservador en sus más variadas vertientes (liberal, tradicional, centrista…). En las tertulias radiofónicas y debates televisados no faltan, desde luego, representantes de centro-izquierda y hasta hay alguno de izquierdas, como Ignacio Escolar. Sin embargo, su presencia resulta testimonial y sus argumentos no siempre son lo eficaces y rigurosos que pudieran ser. Por estos motivos, y en la mínima proporción que permite el añadido de nuevas líneas al océano inabarcable de la blogosfera, he resuelto intentar contribuir con la mera fuerza de los argumentos a frenar la imparable avanzada de las doctrinas derechistas, en el entendido de que tales doctrinas amparan y legitiman unas prácticas que se saldan con el sometimiento y deshumanización de la mayoría de los sujetos y, por ende, con la descomposición de la misma sociedad.
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¿Por qué ligar este nuevo portal al nombre propio de un célebre opinante de centro-derecha? Hay varias razones para ello. La primera es sentimental: empecé a leer a Ignacio Camacho desde que escribía en la contraportada de Diario 16, cuando uno todavía hacía novillos en las aburridas clases de secundaria. Tal era mi admiración, que incluíamos algunos de sus artículos en el periódico del instituto que codirigía y hasta llegué a conocerlo un día personalmente, por presentación de mi querido padre, a quien siempre lo ha tenido en buena estima. La segunda es estilística: pese a discrepar profundamente con muchas de sus consideraciones, creo que es uno de los más ágiles columnistas españoles de la actualidad. Como es un verdadero placer leerlo, lleva siendo desde hace tiempo la ventana principal por la que me asomo a los usos intelectuales de la derecha española. Si se trata entonces de entrar en discusión con dichos usos, nadie los encarna mejor para mí que Ignacio Camacho, a quien leo prácticamente a diario. La tercera es de índole política: estamos, en efecto, ante un escritor ubicado en el centro-derecha y críticamente diferenciado del neoconservadurismo más integrista y simplificador. El propósito de este blog es de debate civil y polémica reflexiva e ideológica, no de aguerrido y sectario enfrentamiento entre consignas propagandistas, banderizas y partidarias. No hay intención, pues, de sumergirse en los lodos de la ultraderecha española, de Jiménez Losantos a Pío Moa o los escuadrones de Intereconomía, sino de ponderar críticamente los axiomas conservadores con el fin de mostrar su insolvencia o maquiavelismo. Y para ello nada mejor que escoger como interlocutor a quien con más estilo, civismo y claridad los expone en sus columnas.
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De ahí que el nombre de Ignacio Camacho sirva aquí no tanto como identificador de un sujeto sino más bien como símbolo representativo de un objeto cultural y político determinado: las inflexiones, el argumentario y la retórica en que se basa el discurso conservador hispano en la actualidad. Mi convicción es que este discurso resulta teóricamente insostenible, teniendo una naturaleza meramente ideológica; es decir, constituye una falsificación de la realidad con el fin de legitimar prácticas efectivas de dominación y reproducción del poder. Discutiendo al primero, ya sea en líneas del propio Camacho o en opiniones similares de otros tertulianos de la misma órbita, trataremos de oponer resistencia a la expansión de las segundas. Los lectores que se vayan acercando a estos apuntes juzgarán si el esfuerzo es proporcional a los resultados.
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PS. Puede censurarse al autor de este blog la ocultación de su identidad real, que contrasta con la notoria identidad de los opinantes con quienes va a polemizar al fin y al cabo públicamente. Para evitarlo, desvelemos en la práctica la mía: quien suscribe estas líneas trabaja como investigador en la Universidad de Sevilla, concretamente en el área de historia del derecho, y se doctoró con un estudio sobre las doctrinas político-constitucionales de la Europa de entreguerras. Cualquiera que desee conocerme solo tiene que acercarse al portal de dicho organismo universitario y rastrear poco menos de cinco minutos.

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